jueves, 28 de febrero de 2013

Argonautas


Esta noche hacía mucho, muchísimo viento. Y también frio, mucho frio. De madrugada, además, empezó a llover y siguió así las primeras horas de la mañana. El cielo está gris, sucio, manchado, oscuro, amenazador y aún apunta cosas peores.

Para contradecirme, aunque sea levemente, se abren algunas nubes y un breve jirón de luz ilumina la mar, aunque  muy poco. Diríase un espejismo porque, después de volver a llover con cierta intensidad, justo sobre nosotros, unas nubes se abren y un intenso pero fugaz rayo de sol ilumina la agitada superficie acuosa. Efectivamente era un espejismo ya que ahora el viento vuelve a arreciar, las nubes se cierran y una fresca e intensa racha golpea con fuerza la escasa superficie vélica que llevamos, haciendo cabecear el barco. La proa corta las olas cada vez más altas y de vez en cuando se hunde profundamente en el agua para surgir con fuerza levantando espuma y chorreando líquido sobre la cubierta.


El viento arrecia y las olas cada vez son más altas

-¡Agua va!- grita alguno de nosotros, no se quien, y la verdad es que da igual, la visibilidad es muy escasa y nos enteramos cuando la ola llega y barre la cubierta una vez más, empapándolo todo y a todos. Llevamos ropa de agua pero casi no sirve, al final, sin saber por dónde, esta se cuela mojándolo todo.

Ahora, para acabar de completar el panorama, empieza a granizar. Agua helada y pequeños trozos de hielo caen simultáneamente, para, a renglón seguido, jarrear granizo con tal intensidad y virulencia que amenaza con agujerear las velas, las pocas que aún llevamos; un pequeño foque y la mayor con dos rizos. Hubiera sido mejor tomar el tercero pero confiábamos en que el viento no subiría tanto y, otra vez, ─ ¡Cómo no!─ volvimos a equivocarnos.

─ ¡Cuando pienses en tomar un rizo tómalo, luego será tarde!─ dicen los marinos, y así ha sido.

De nuevo toca aguantarse. Los rociones son constantes y a veces las gotas de agua arrastradas con violencia por el viento nos golpean intensamente en la cara y duele, vaya si duele. Para combatir el ambiente cada vez más gélido vendría bien un caldo calentito pero, otra vez es imposible. Abajo en la camareta está todo revuelto y lo que no estaba bien trincado rueda por el suelo en completo desorden; es imposible calentar nada debido a los bandazos y los golpes de mar que estamos sufriendo, como mucho unas galletas o unos frutos secos que, al morderlos, aunque estén fríos, dan energía y distraen la mente.


Lluvia, viento y frío

Lo que más molesta es el frío en las manos. A pesar de los guantes están heladas y manejar los aparejos, rígidos y empapados, se hace difícil y cuesta cada vez más.

─ ¿Cuánto falta para llegar a puerto?─ pregunta algún incauto y la carcajada en muchos de nosotros surge natural y espontánea.

Afortunadamente el barco es más resistente, más capaz y mucho más fuerte que nosotros, corta las olas seguro y con fuerza, y esa fuerza, ─ ¡Menos mal!─, la trasmite a los incautos que en cubierta pensaban y se sentían como argonautas.




martes, 19 de febrero de 2013

Abuela María


Hay personas a las que conocemos, queremos y admiramos. Unas están próximas a nosotros por familia, por amistad, por trabajo; otras lejanas, pero las recordamos, echamos de menos y añoramos;  incluso, cuando volvemos a encontrarnos parece no haber pasado el tiempo, es como si nos hubiéramos visto hace solo unos días. El calor, la sonrisa, el afecto están intactos y siguen alimentándose de forma espontánea. Estas personas son un lujo, uno de los valiosos regalos que la vida ha ido dándonos con enorme generosidad.

La pintura, la fotografía, la escultura y el cine, en resumen, las artes visuales tienen la capacidad de perpetuar la imagen de una persona y, aunque esta haya desaparecido hace mucho tiempo, al contemplar dicha imagen, los recuerdos vuelven, fluyen, y esta permanencia adquiere una consistencia tal que nos permite recordar momentos bellos e intensos con ella vividos, compartidos, disfrutados o sufridos. Incluso, a veces, podemos sentir su presencia próxima a nosotros. Aunque solo sea mentalmente podemos hablarle, contarle nuestras cosas y de alguna manera, al hacerlo, aunque no conteste nuestras preguntas y no responda a nuestras dudas, sorprendentemente, de alguna manera, nos sentimos reconfortados.

Abuela María era la figura sabia y enérgica, la referencia más importante de mi familia. La única abuela que aún vivía, pero además, a sus noventa años, poseía una mirada, una expresión y una imagen de fuerza inusitada. Yo, que llevaba toda mi vida llenando papeles y ejercicios, incluso exámenes, de dibujos y colores decidí, con esa osadía que da la juventud, hacerle un retrato, mi primer retrato, y, aunque esta idea fue mal recibida por mi padre, el patriarca y mandamás de la casa, seguí adelante. Cuando se lo comenté a ella estuvo encantada y dispuesta a posar cuantas veces fueran necesarias



Abuela María. Grafito/papel. 1976

Hay momentos de aquellos días en que fui a su casa para pintarla que aún permanecen nítidos en mi memoria. Su alegría comedida al recibirme, su postura enhiesta, su mirada directa, limpia y cargada de sabiduría, su actitud. Posaba erguida, coqueta, sin cansancio aparente y sin languidecer, no en vano era María la “Galla”.
  
– ¡Ponme guapa!- le decía a mi tía Josefa – ¡Que viene mi nieto a pintarme!-.

Vestida de negro y con los pendientes que le regaló siendo joven el abuelo Mariano, muerto de neumonía al no encontrar antibióticos hacía más de cuarenta años, dejándola viuda con ocho hijos, en los años del hambre. El cuadro estuvo en su casa hasta que murió a los noventa y cuatro años, después en casa de mis padres y ahora en la mía. A veces, cuando miro su retrato, el primero y uno de los mejores que he pintado, la siento frente a mí, posando, contándome cosas, sonriendo.

Fue una de las mejores modelos que he tenido y una de las mujeres más grandes que he conocido. 



viernes, 8 de febrero de 2013

Dali y Disney: "DESTINO"


En el año 1937 Salvador Dali escribe a su amigo André Breton, el fundador del movimiento surrealista en París y le dice. “He venido a  América y estoy en contacto con tres grandes surrealista americanos –los hermanos Marx, Cecil B DeMille y Walt Disney”. “Tenemos que seguir abriendo nuevos caminos” dijo Disney a Dalí, en quien encontró un alma aparentemente gemela y, ya entonces, surgió la idea de realizar algún proyecto juntos.

Para Dali el cine no era nuevo ya que en 1929 junto a Luis Buñuel había realizado el fascinante corto surrealista “Un Chien Andalou” y, años más tarde, junto a Alfred Hitchcock realizó los diseños para la secuencia de un torturado e inquietante sueño en la película “Recuerda” de 1945.

A finales de 1946 Dali empezó a trabajar en el estudio de Walt Disney entorno a una balada mejicana que este había concebido para un proyecto de cortometraje musical, y cuyo título: “Destino” atrajo enormemente a Dali. Varios bocetos a tinta, algunas pinturas, diversos storyboard y veinte segundos de película salieron de los ocho meses en que trabajó en Walt Disney Studios.

Es curiosa la descripción que cada uno de ellos le dio a la idea del cortometraje. Dali lo describió como: “Una representación mágica del problema de la vida en el laberinto del tiempo”. Por su parte Walt Disney dijo: “Una sencilla historia de una muchacha buscando el amor verdadero”




No obstante las diferencias entre ambos, el enorme ego de cada uno de ellos y las dificultades financieras posteriores a la Gran Guerra acabaron con el proyecto. En 2003, más de 50 años después gracias al empeño de Roy, sobrino de Disney y vicepresidente de la Walt Disney Company, la obra fue terminada.



Boceto a tinta

Boceto a lápiz y carboncillo

Dibujos de animación


Cartel


Dali y Walt Disney


“Destino” es una amalgama interesante entre dos estilos aparentemente opuestos pero, tan flexibles, que no han sufrido al ser fusionados. Seguramente, de haberse terminado en vida de ambos el resultado no sería igual, aún así, es enormemente atractivo.