La noche pasada, estando de guardia,
protegido en cubierta lo mejor posible del frío de este ventoso mes de Marzo,
con el paso del tiempo empezó a ser difícil mantener los ojos abiertos y
librarse de la somnolencia, lo que puede ser bastante peligroso cuando eres el responsable de la travesía, del rumbo, del barco, y
cuando tus compañeros que descansan confían y dependen de ti; me di cuenta que,
de forma espontánea, estaba colocado en una posición bastante parecida al conocido
asana de yoga “ flor de loto” que completé situando las manos en la posición del
pulgar en contacto con el índice, logré de esta forma un estado a medio camino
entre la vigilia y la abstracción y así una gran concentración muy próxima a la
meditación.
Si, esos momentos estaba meditando y, a
la vez, escuchando y sintiendo los sonidos del barco, de la mar, del viento, y
sin tensión alguna, alcancé una profunda relajación.
Martín Alía. "Luz en el océano". 94 x 160 cm. Oleo/lienzo. 2007
La primera vez que me encontré en esta
situación fue hace unos años durante la travesía Alicante-Cannes. Estaba tan
emocionado, tan agradecido, que lo mejor que se me ocurrió al fondear tras
varios días de navegación en la bahía de Saint-Tropez, fue ir a proa y
colocándome en la posición del loto, agradecer al universo el regalo que
acababa de recibir y que ni en mis sueños más ambiciosos como navegante había
pensado conseguir. Allí, sentado, meditando, tras siete días de navegación, en
un lugar tan bello, sentí que formaba parte y estaba en completa armonía con el
universo.
En esa travesía hubo también otros
momentos realmente mágicos. Unas de las noches, mientras Gonzalo, patrón y gran
compañero, descansaba en un camarote, y cuando el punto más cercano a tierra
era de varios cientos de millas, allí, bajo las estrellas, en soledad casi
absoluta, tomé conciencia de la pequeñez del ser humano en medio de tan enorme
y grandiosa naturaleza, pero, esa pequeñez, también marcaba la importancia de
mi labor; estaba llevando el Barlovento,
un barco noble y marinero que surcaba la mar brioso y seguro en demanda de su
destino que, aunque lejano, se presentaba asequible y cierto.
. Martín Alía. "Mar dorada". 130 x 97 cm. Oleo/lienzo. 2007
A veces me pregunto qué sentirá un
navegante solitario que cruza un océano, que incluso da la vuelta al mundo en
su velero, meses y meses sin ver tierra, solo con la mar y el cielo. ¿Qué sentirá un transmundista como así mismos se
denominan? Para ellos el puerto de destino no es tal, el tiempo tiene otro
sentido, una dimensión completamente diferente, de tal manera que, alguno de
ellos, al completar la vuelta al mundo no se han detenido y han seguido
navegando.
Precioso relato. Charo
ResponderEliminarEs lo que me pasa, lo que vivo y lo que cuento. Muchas gracias
EliminarMe gusta mucho leer tus entradas porque siempre dicen mucho sobre tí; me ha gustado en esta ocasión saber de tu experiencia con la meditación. Imagino que practicarla en esas condiciones, inmerso por completo en la naturaleza, debe ser una gran experiencia, a mí aún me queda mucho por recorrer en el camino de la meditación, pero estoy en ello. Un cariñoso saludo, Martín
ResponderEliminarA veces pienso que digo demasiado pero... es mi forma de ser... y también mi forma de pintar. Descubrí la meditación hace años y me aporta mucho, relajación, tranquilidad e integración con lo que me rodea. Un abrazo
EliminarPrecioso e intimista relato. Si yo me encontrará en una situación similar, creo que pensaría en lo mucho que me ha dado la vida, pero también en las cosas que me ha quitado. Pero como bien sabes, quizás el pensamiento es lo único que nos queda libre. El único que navega con todas las velas al viento…
ResponderEliminarMuy cierto y muy bello lo que dices del pensamiento, y como lo dices. La vida me quitó algunas cosas, cierto; pero la mar, la amistad y el amor me dieron y me siguen dando muchísimo más.
EliminarMartín, me encanta leer tus entradas, porque además de que es una "gozada", es una forma de conocerte, porque cuando escribes eres muy tú. Eso de la meditación me encanta, creo que es un momento muy auténtico, y en el mar...impresionante. Me alegro de que lo vivas tan intensamente, es lo que nos llevamos. Un beso, Ana.
ResponderEliminar(Por cierto, hecho de menos el comentario poético de Loli. Venga perezosa)
La mar es pura, inmensa, primitiva, y cuando te envuelve sientes que formas parte de algo salvaje y auténtico. Miles, millones de navegantes han surcado sus aguas pero, cuando tu mismo lo haces descubres sensaciones diferentes, nuevas, únicas. Porque dentro de ella te enfrentas a lo inmenso, lo primitivo y, posiblemente a lo más puro de ti mismo.
EliminarYa veo que eres un alumno de sobresaliente en la asignatura más difícil que cursamos en la Vida: el Autoconocimiento, Aceptación y Valoración de nuestra trayectoria. Estoy totalmente de acuerdo contigo respecto al poder terapéutico de la Naturaleza, y a su capacidad paliativa para aplacar dudas y perplejidades sobre la condición humana, confiriéndonos la seguridad de que, pese a la insignificancia humana, estamos a salvo, redimidos y felices.
ResponderEliminarCreo que somos nosotros mismos quienes podemos salvarnos y, con la ayuda de la naturaleza, inmensa, llegar a estar y, sobre todo, a SER
EliminarEsta precioso.Y es un placer ver tus trabajos y mucho mas con tus explicaciones que nos ayudan a entender mejor lo que quieren decir.
ResponderEliminarUn beso:)
Cuando tan bello comentario llega de una excelente alumna tiene aún mayor significado. Muchísimas gracias. Un beso
EliminarCOMO DESARROLLAR INTELIGENCIA ESPIRITUAL
ResponderEliminarEN LA CONDUCCION DIARIA
Cada señalización luminosa es un acto de conciencia.
Ejemplo:
Ceder el paso a un peatón.
Ceder el paso a un vehículo en su incorporación.
Poner un intermitente.
Cada vez que cedes el paso a un peatón
o persona en la conducción estas haciendo un acto de conciencia.
Imagina los que te pierdes en cada trayecto del día.
Trabaja tu inteligencia para desarrollar conciencia.
Atentamente:
Joaquin Gorreta 55 años