En Venecia todo es excesivo.
Canales, puentes, palacios. Amaneceres, nieblas, crepúsculos. Máscaras, fastos,
humedades. Gentes, góndolas y tiempo, sobre todo tiempo. Tiempo remoto, antiguo,
pasado, pero también actual, latente y vivo. Que atrae, envuelve, hipnotiza.
La riqueza y el poder de la
ciudad estado veneciana nacieron en el siglo V como una agrupación informal de
pueblos entre las marismas al norte del mar Adriático y duró más de mil años.
Periodo durante el cual se construyeron la Basílica de San Marcos, el enorme
mercado junto al Gran Canal y cientos de magníficas iglesias y lujosos
palacios.
Y, como no, cuando Venecia
era una de las repúblicas más poderosas, tan marítima, tan marinera, la
importancia de los barcos era fundamental y, por supuesto, el más significativo
de todos estos navíos tenía que ser el de su máximo dirigente: el Dux
.
El Bucentauro (del italiano buzino d´oro, buque de oro) era el nombre que se daba a la galera que en Venecia llevaba al dux el día de la Ascensión para renovar los votos matrimoniales con el mar Adriático. Esta dorada embarcación de cien pies de eslora representaba todo el poder y el orgullo de una república cuyo dirigente supremo, no solo se concedía el derecho de retratarse junto al papa, sino que además lo hacía a su mismo nivel.
Canaletto:
El Bucentauro el día de la Ascensión.
57 x 93. 1743-1745.
Colección
Thyssen-Bornemisza.
Detalle de la pintura anterior
El lienzo de Canaletto
muestra uno de los momentos culminantes de la Sensa (“Ascensión”), cuando el
Dogo (dux) escupe sobre el Bucentauro para cumplir el rito de las nupcias con
el mar. Esta fiesta era el acontecimiento más importante del año para
conmemorar la victoria naval del dogo Pietro Orseolo II sobre los piratas
dálmatas, ocurrida según la tradición el día de la Ascensión del año 998, y que
marcó la hegemonía veneciana sobre el comercio marítimo mucho más allá del
Mediterráneo y el Mar Negro.
La fiesta fue enriquecida
posteriormente con el rito del matrimonio del dux con el mar. Todas las campanas de las iglesias tañían y los
cañones tronaban al paso de la fastuosa embarcación desde San Marcos a la
desembocadura del Lido, donde, tras la bendición del patriarca, el dux arrojaba al mar el anillo nupcial
para celebrar la unión simbólica con este.
El Bucentauro pintado por
Canaletto en esta veduta fue el
último construido según diseño de Stefano Conte y talla de Antonio Corradini y
más tarde destruido a hachazos por los franceses a las órdenes de Napoleón en
Enero de 1798, no solo como saqueo, quedándose con los cientos de libras de oro,
joyas y tapices que lo recubrían, también como simbólico gesto político de su
victoria sobre tan orgullosa ciudad.
Maqueta
del Bucentauro destruido en la invasión francesa que
actualmente se conserva en el museo veneciano
del Arsenal
Bucentauro: Antigua ilustración de la galera de
los dux de Venecia. Creada
por
Best y Leloir, publicado el Magasin Pittoresque, París, 1840
Como no podía ser de otra
manera, semejante embarcación y semejantes acontecimientos sirvieron de
inspiración a los más significativos artista venecianos, entre ellos Guardi y
Canaletto, algunas de cuyas obras vemos a continuación:
Francesco Guardi: El Dogo en el Bucentauro hacia Sant´Elenail. 66x100. Louvre. París
Canaletto: Retorno del Bucentoro al Molo el día de la Ascensión. 1730.
Royal Collection. Windsor
Canaletto: El Bucentoro el día de la Ascensión.
1732. Royal Collection. Windsor
Actualmente la Fondazione
Bucintoro lo está reconstruyendo en el Arsenal y espera que el buque se
convierta en "el museo flotante más visitado del mundo", viendo
además el proyecto como un medio para "ayudar a Venecia recuperar su antigua
gloria y el antiguo espíritu". ¡Ojalá
pronto veamos el resultado!
Estupendo comentario. Lo desconocía por completo. Además como tú le pones esa poesía al relato y le añades esos maravillosos cuadros...una delicia. Gracias. Ana
ResponderEliminarUna parte importante, a veces complicada, es encontrar las imágenes, fundamentalmente pictóricas, con que ilustrar las entradas, aunque esto también es un gran aliciente. Un beso y muchas gracias
EliminarEs curioso ese gesto de los franceses de destruirlo, como para inaugrurar un tiempo nevo y cancelar el antiguo, como diciendo: "la república de Venecia ya no existe más". Napoleón fue otro de esos grandes destructores de la humanidad, como Hitler o como Stalin. Me alegro de que hoy se vuelva a reconstruir y espero que además de un reclamo turístico, vuelva a ser una seña de identidad de un pueblo que ha escrito capítulos muy importantes de nuestra historia mediterránea.
ResponderEliminarComo apuntas, esos grandes monstruos ególatras, debían, con todo su poder, sentirse muy ruines, muy pequeños, y parecían solo disfrutar destruyendo lo bello, lo excelso, lo mejor creado por los invadidos, los derrotados. Muy a su pesar, ellos solo serán recordados como malvados y malditos destructores, mientras que Venecia, en este caso, resurgió de la destrucción y siempre será un lugar maravilloso e intemporal.
EliminarLa exposición de los hechos y su acertada ilustración me hace evocar el didactismo de los clásicos: ya Platón consideraba al oro y a la virtud como "dos pesos colocados en los platillos de una balanza". Destacando así la imposibilidad de que prime uno sin perjudicar a su antagónico.
ResponderEliminarPor otra parte, tienes razón: la belleza veneciana inmuniza contra la decepción.
Es cierto, Venecia no decepciona. Su belleza y capacidad de resurgir la obtiene nutriéndose de todos y cada uno de los que han vivido, viven, la visitan o se inspiran en ella. Y eso, como decía, la hace intemporal. Un beso
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