Cuando pienso en navegar cambia
mi humor, cuando llego al puerto cambia mi cara, al subir al barco cambia mi
pensamiento y, cuando el velero sale por la bocana a mar abierto cambia mi vida.
Sé que puede parecer exagerado,
que no valoro a las personas que están a mi lado, que por supuesto son para mí tremendamente valiosas, fundamentales, pero navegar es otro mundo. Es diferente.
Embarcarme, preparar velas, cabos
y aparejos, largar amarras y partir a navegar es cada vez más importante.
Sentir como el agua se desliza
bajo el casco, como la proa corta las olas, izar las velas y oírlas restallar
al viento, trimarlas y ver como, unidas al timón hacen que el barco tome el
mejor rumbo y cabalgue majestuoso sobre las olas hacia el horizonte infinito es
algo que me hacer sentir en paz con la vida.
Da igual el tiempo que haga. Frío,
sol, lluvia, viento, calma. Apacible, complejo, agradable, duro, tremendo.
Cuando sale el sol y la temperatura sube, uno lo disfruta. Si desaparece el
viento y las velas cuelgan flácidas del mástil, cae un sol de justicia y te
achicharras de calor, lo sufres. Si el viento arrecia, hace frío, llueve, la
mar se encrespa y las olas barren la cubierta empapando el barco y a quienes
van en él, te aguantas. Y cuando la temperatura es ideal, el viento adecuado,
las olas moderadas y el tiempo no puede ser mejor entonces sientes que estás en el paraiso.
Cuando la costa desaparece, las
referencias se diluyen y hasta alcanzar el horizonte todo lo que te rodea es un
mundo de agua inacabable, la esencia de la mar aparece en toda su plenitud y la
persona que allí se encuentra toma conciencia de su absoluta pequeñez ante una
naturaleza tan grandiosa.
Y entonces los valores cambian
totalmente. Las cosas necesarias realmente son muy pocas, el velero sobre el
que navegas se convierte en una máquina maravillosa y la amistad y el
compañerismo alcanzan cotas inimaginables.
Todas las imágenes que ilustran
esta entrada se han tomado desde el Peggy IV, un airoso y robusto Centurión 61 con base en el Club de Regatas de Alicante que aparece sobre estas líneas, donde navego desde hace ya más de 10 años.
Eres muy afortunado por querer y poder disfrutar de tan extraordinarias experiencias. Sé que lo sabes. Sé que lo aprovechas. Sé que sabes que lo disfruto contigo, 😊
ResponderEliminarMuchas gracias mujer maravillosa, por estar a mi lado, por entenderme, apoyarme y por compartir tantas y tantas cosas
EliminarSolo puedo decir dos cosas, siento una gran envidia, primero por lo bien que escribes, y segundo por no haber tenido la ocasion de sentir el placer de navegar. Navegar en tú pluma es estar en paz con el mundo. Muchos moriremos sin conocer esa sensación. Enhorabuena por compartir sensaciones imposibles para mí.
ResponderEliminarTus comentarios llenos de elogios y reconocimiento hacen que esta, para mí, nueva aventura de escribir, suponga un reto cada vez más comprometido e interesante. Espero no defraudar y seguir despertando tu interés. Muchísimas gracias
EliminarHace tiempo descubriste el mar, del cual disfrutas plenamente, estoy segura que ahora disfrutaras igual, pues tienes una bon ita manera de expresar las emociones. Cre que además de todo lo que haces, tienes madera de buen escritor. Un besito Caro.
ResponderEliminarVi el mar por primera vez a los 17 años y me impactó. Hace 33 empecé a navegar y cuando más adelante descubrí la vela me enganchó definitivamente. Ahora aparece la escritura y he de decir que me está atrapando; quizás sea por que trato de poner pasión en las cosas que hago. Gracias y besos. Martín
EliminarEnhorabuena por tu entusiasta capacidad para convertir la vida en una intrépida aventura, así como por la fluidez del bagaje emocional que nos trasmites.
ResponderEliminarCompartir lo que hago, lo que siento, lo que vivo, es una parte de esta apasionada aventura. Gracias por participar en ella con tus sentidos comentarios
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