viernes, 21 de diciembre de 2012

La orilla


La orilla del mar es como un imán que nos atrae enormemente. Para pasear, correr, jugar, tumbarse al sol, para buscar y descubrir cosas… Para pescar, otear el horizonte, relajarse… Meditar... Para vivir en armonía con lo natural, con nosotros mismos. No en vano, la orilla marca la frontera, y también la unión, entre la vida marina y la vida terrestre.

Esta mañana, como tantas otras, he ido a pasear a la orilla del mar. La playa había desaparecido bajo una inmensa capa de algas que la mar, tras la tormenta de días anteriores, había arrastrado a la orilla. Y no solo algas, también otras muchas cosas, objetos y restos de todo tipo. Pero lo que más destacaba, por el tamaño y los colores bancos y azul, era una barca muy deteriorada, que después de arrancarla del fondeo donde antes estaba, junto a otras viejas barcas próximas, había depositado en la orilla, en medio de una enorme confusión de algas.




Al verla allí, abandonada, no he podido evitar pensar en su dueño. En la ilusión que seguro sintió al comprarla; las navegadas y las pesqueras; los baños, las comidas, las risas con la familia, con los amigos. Pero el paso del tiempo, las circunstancias posiblemente adversas, el abandono y el consiguiente deterioro dieron con ella tirada en la orilla. A pesar de ello, de haber perdido parte de la cabina y la bancada, de tener algún  agujero y muchas grietas, aún conserva la belleza de líneas que toda embarcación tiene, por muy vieja y rota que esté. Como esta otra, cuya imagen guardo desde hace tiempo, y que, en su abandono acuático y vegetal, tiene un porte y armonía inigualables.




Siempre me han atraído las embarcaciones varadas en la costa, en la playa, en la arena. Mi primer apunte al llegar a la costa alicantina, donde me asenté a vivir hace más de treinta años, fue una barca varada en la playa de El Campello, Apunte que sirvió años más tarde como preparación para el óleo de gran formato “Barca sobre la arena, ventana sobre el mar” que pinté en 1995 y donde, por segunda vez, plasmé una "ventana abierta" en medio del lienzo:


“Barca sobre la arena, ventana sobre el mar”. Óleo/lienzo. 1995

Sin duda alguna tienen algo, mucho quizás, de soledad, abandono y tristeza; pero, aun así, conservan gran parte de su porte y dignidad, de su forma y elegancia. De esa capacidad que les permitió navegar sobre las olas y enfrentarse a los temporales. Si, de acuerdo, ya no pueden hacerlo, pero lo hicieron, valientemente, durante mucho tiempo. Con el viento, bajo la lluvia y el sol.

Y ahora de nuevo, recientemente, he vuelto a encontrarme con otra embarcación varada en la costa como esta que reflejo en mi más reciente acuarela.


"Barca en la costa". Acuarela. 50x72 cm. 2012

A veces me he sentido, me siento, como esa barca. Varado, roto, abandonado y solo. Sin embargo, la mar, el sol, la música, la risa, la amistad, el cariño, el viento y el amor obraron el milagro y, de nuevo, aquí estoy, vuelvo a navegar, a sonreír, a pintar… a VIVIR.





1 comentario:

  1. que bonito Martín, me gusta lo que escribes y comparto tu apreciación sobre las barcas.
    Que tengas unas Felices Fiestas y estupendas vacaciones!!! espero verte en 2013, Silvia.

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