La única cosa que me ha chirriado en
la estupenda travesía de el pasado mes de agosto ha sido la visita a Porto Cervo: el Yacht Club
más exclusivo de la Costa Esmeralda italiana, creado por el príncipe Aga Khan.
¿Es necesaria tanta riqueza, tanto
lujo, tanto orgullo? No solo tener, además, enseñarlo, mostrarlo; que los otros
lo vean, procurar su envidia. Los elegidos por la diosa Fortuna poseen los
mejores barcos, los más grandes, los más lujosos y espectaculares. ¿Cuánto
cuestan, quien y como se pagan, como se consigue almacenar tal cantidad de
dinero? Quevedo encontraría aquí el mejor reflejo de sus versos: “Poderoso
caballero es Don Dinero”... Y no solo el barco, también una villa desde la
que ver tu barco y poder compararlo con el de los demás. Ser el primero, el más poderoso.de tan
exclusivo club. Y también, como no, poseer un Picasso y un Van
Gohg, que este último además era pobre y estaba loco, y seguro tener un huevo, o dos de
Faberge, y un Ferrari, o dos, y una legión de sirvientes. Y cuantos Channel tendrá en el armario su mujer. ¿Se preguntará ella de donde sale el dinero con que pagarlos?
Adquirir el brillo que da la
posesión de obras de arte, porque dinero lo tienen muchos y el yacht club de Porto Cervo es la mejor plasmación de ello pero, y el arte, hay algo más elitista que poseer
la obra de un genio, eso únicamente está al alcance de la nobleza, mejor aún, la realeza.
Porto Cervo, Costa Esmeralda. Cerdeña
Y me
pregunto: ¿Serán felices, estarán alegres, sonreirán de verdad? Será la suya
una sonrisa limpia, pura, auténtica y noble. ¿Y los amigos, serán incondicionales o
comprados? Aunque la verdad, mucho me temo que sí, muchos días dormirán
tranquilos y muchas mañanas podrán mirarse al espejo.
Pero cuidado, por muy alto, por muy
erecto que sea el mástil de su velero, los acantilados rocosos lo son aún más,
o por mucho que rujan los motores de sus yates nunca llegarán al poderoso bramido de una tempestad; y por enorme que sea la ambición que les posee
muchísimo más, casi infinita es la mar.
Para ilustrar esta entrada he
rescatado la obra que me abrió la puerta a las salas de exposiciones y que ya
figuró en la entrada “Manos dibujadas”. Se trata de “Los Senadores”, aunque en este caso y como ya pensé entonces podría titularse “Los
poderosos” o “Los dirigentes”, y además tres de los diversos estudios que sobre el
tema realicé en esa época y que ahora mantiene una total actualidad.
Martín Alía: “Los senadores”. Bolígrafo negro/papel. 72x97 cm. 1978.
Martín Alía: “Expresión Nº 2”. Bolígrafo negro/papel. 27x21 cm. 1978
“Expresión Nº 4”. Bolígrafo negro/papel. 34x26 cm. 1982
“Expresión Nº 5”. Bolígrafo negro/papel. 34x26 cm. 1982
Tu evocación de los ricos entre los ricos me ha recordado a un poema de la autora portuguesa Sophia de Mello Breyner Andresen porque a mi vez me he acordado de cierta chica rica que conocí en mi lejana juventud. Te lo traduzco y te lo dedico.
ResponderEliminarRETRATO DE UNA PRINCESA DESCONOCIDA
Para que ella tuviese un cuello tan fino
Para que sus muñecas tuviesen un quebrar de tallo
Para que sus ojos fueran tan frontales y limpios
Para que su espalda fuese tan recta
Y ella llevase la cabeza tan erguida
Con una tan simple claridad sobre la frente
Fueron necesarias sucesivas generaciones de esclavos
De cuerpo doblado y gruesas manos pacientes
Sirviendo a sucesivas generaciones de príncipes
Aún un poco toscos y groseros
Ávidos crueles, fraudulentos.
Fue un inmenso desperdiciar de gente
Para que ella fuese aquella perfección
Solitaria exiliada sin destino
Un abrazo, Martín, magnífica entrada
Lo curioso, casi trágico podría decir, es que los grandes veleros son máquinas prodigiosas, auténticas maravillas de la ingeniería naval, aunque a veces sus dueños no estén a la par. Un lord ingles poseedor de un clase J, posiblemente los más espectaculares veleros jamás construidos dijo que nunca se rebajaría a llevar el timos de su barco. Sin duda él mismo se retrató en dichas palabras
EliminarMuy bello y trágico el poema, pobre princesa desconocida. Un gran abrazo
Tu reflexión sobre la riqueza ostentosa - o sea, puramente material - y el oportuno poema de José Miguel me han hecho evocar una, muy sabia, sentencia de Leonardo Da Vinci en la que manifiesta que la máxima sofisticación se halla, precisamente, en la sencillez, lo que, a su vez, me trasporta a más de una conversación mantenida contigo en la que comentamos el oculto miedo - ¿quizás en este caso a perderlo todo? - que suelen experimentar quienes tanto alardean de sus riquezas materiales, o de sus virtudes.
ResponderEliminarYa veo que, afortunadamente, la travesía ha finalizado repleta de meditaciones que desprecian la mera reproducción visual de lo vivido. Enhorabuena. Como les suelo decir a mis alumnos, de la comodidad, poco se aprende.
Como digo al principio de esta entrada ese lujo desaforado sorprende, más aun cuando los armadores pocas veces "navegan" y muchas otras, la mayoría, a bordo de sus barcos solo “toman copas”. La mar y la navegación a vela sorprenden tanto, son tan bellas, tan duras, tan completas que ese alarde solo es comprensible si la fortuna te ha sonreído y al timón formas parte, como uno más de tus marineros de esa máquina prodigiosa que es un velero cortando el viento y surcando las olas.
EliminarComo siempre Leonardo es capaz de ver lo maravilloso en lo más sencillo. Muchos besos