La orilla del mar es como un imán
que nos atrae enormemente. Para pasear, correr, jugar, tumbarse al sol, para buscar
y descubrir cosas… Para pescar, otear el horizonte, relajarse… Meditar... Para
vivir en armonía con lo natural, con nosotros mismos. No en vano, la orilla marca
la frontera, y también la unión, entre la vida marina y la vida terrestre.
Esta mañana, como tantas otras,
he ido a pasear a la orilla del mar. La playa había desaparecido bajo una
inmensa capa de algas que la mar, tras la tormenta de días anteriores, había
arrastrado a la orilla. Y no solo algas, también otras muchas cosas, objetos y
restos de todo tipo. Pero lo que más destacaba, por el tamaño y los colores
bancos y azul, era una barca muy deteriorada, que después de arrancarla del
fondeo donde antes estaba, junto a otras viejas barcas próximas, había depositado en
la orilla, en medio de una enorme confusión de algas.
Al verla allí, abandonada, no he
podido evitar pensar en su dueño. En la ilusión que seguro sintió al comprarla;
las navegadas y las pesqueras; los baños, las comidas, las risas con la
familia, con los amigos. Pero el paso del tiempo, las circunstancias
posiblemente adversas, el abandono y el consiguiente deterioro dieron con ella
tirada en la orilla. A pesar de ello, de haber perdido parte de la cabina y la bancada,
de tener algún agujero y muchas grietas,
aún conserva la belleza de líneas que toda embarcación tiene, por muy vieja y
rota que esté. Como esta otra, cuya imagen guardo desde hace tiempo,
y que, en su abandono acuático y vegetal, tiene un porte y armonía
inigualables.
Siempre me han atraído las
embarcaciones varadas en la costa, en la playa, en la arena. Mi primer apunte
al llegar a la costa alicantina, donde me asenté a vivir hace más de treinta
años, fue una barca varada en la playa de El Campello, Apunte que sirvió años más tarde como preparación
para el óleo de gran formato “Barca sobre
la arena, ventana sobre el mar” que pinté en 1995 y donde, por segunda vez, plasmé una "ventana abierta" en medio del lienzo:
“Barca sobre la arena, ventana sobre el mar”. Óleo/lienzo. 1995
Sin duda alguna tienen algo, mucho quizás, de soledad,
abandono y tristeza; pero, aun así, conservan gran parte de su porte y
dignidad, de su forma y elegancia. De esa capacidad que les permitió navegar
sobre las olas y enfrentarse a los temporales. Si, de acuerdo, ya no pueden
hacerlo, pero lo hicieron, valientemente, durante mucho tiempo. Con el viento,
bajo la lluvia y el sol.
Y ahora de nuevo, recientemente, he vuelto a encontrarme con otra embarcación varada en la costa como esta que reflejo en mi más reciente acuarela.
"Barca en la costa". Acuarela. 50x72 cm. 2012
A veces me he sentido, me siento,
como esa barca. Varado, roto, abandonado y solo. Sin embargo, la mar, el sol,
la música, la risa, la amistad, el cariño, el viento y el amor obraron el milagro y, de
nuevo, aquí estoy, vuelvo a navegar, a sonreír, a pintar… a VIVIR.