Por
la amura de estribor, al atardecer, aparece un escarpado monte rocoso coronado
por un castillo fortaleza y una iglesia de esbelta torre. En sus laderas se
arraciman casas multicolores que llegan hasta el mar: es Castelsardo, y cuando allí
atracamos, en nuestro primer puerto italiano, nos reciben encantados pues somos
españoles. Nos cuentan que el castillo fue construido por aragoneses.
Castelsardo.
Cerdeña, Italia.
Tras
un día estupendo conociendo el lugar y reponiendo agua y víveres largamos amarras rumbo a Córcega a través del
estrecho de Bonifacio que separa tierras italianas y francesas. Arriamos el
pabellón italiano e izamos el francés. En solo tres días portamos bandera
española, italiana y ahora francesa, más la holandesa que es donde está
matriculado el barco y después, también, la bandera sarda; un canto a la
internacionalidad.
En
la mar no existen fronteras.
La aproximación a la
población de Bonifacio, ya en tierra francesa, resulta muy difícil; es noche
cerrada y hay multitud de luces y oscuros y traicioneros escollos a flor de
agua. Cuando amanece descubrimos que estamos fondeados en Cala Figari: agua,
arena, enormes rocas de aspecto zoomórfico que harían las delicias de un
escultor, árboles de verdes intensos y dominándolo todo una torre medieval de
la que realizo un apunte con acuarela
Martín Alía. “Cala Fígari, Córcega”. Acuarela/papel.
32 x 46 cm. 2014.
Bonifacio
está enclavado sobre altos acantilados que rodean una estrecha y profunda
ensenada. Nos preguntamos cuánto tiempo aguantarán sus casas antes de caer al
mar. Algunas de ellas recuerdan las Casas colgadas de Cuenca.
De
vuelta a Cerdeña la mar es brava, navegamos con más de 40 nudos y olas de 3 y 4
metros. Sin duda Neptuno, cansado de tanta belleza y buen tiempo, muestra su
genio, su fuerza y su poder; enfadado e intransigente con estos pobres
argonautas que únicamente sueñan con sus náyades y sirenas.
En
días sucesivos hacemos puerto en La Maddalena, capital del archipiélago del
mismo nombre situado al noreste y donde conocemos a Roberto, que en su
restaurante “Robi”, nos prepara la mejor y más exquisita pizza imaginable. La mañana prevista para la partida dibujo un
apunte apresurado de unas barcas antiguas; no hay tiempo para hacerlo con acuarela
por lo que anoto los colores, quizá más adelante pueda realizar una pintura
basándome en él; ahora hemos de largar amarras pues la previsión de viento es
complicada y debemos zarpar enseguida.
Martín
Alía. “Barcas en la Maddalena,
Cerdeña”.
Lápiz grafito/papel.
32 x 46 cm. 2014.
Afortunadamente
esta previsión no se cumple y podemos darnos un refrescante baño en la
transparente piscina natural que forman
isla Budelli, isla Rizzoli e isla Santa María. Partimos dejando por estribor isla
Caprera, donde vivió Garibaldi. Y navegando hacia el este encontramos el
exclusivo club náutico de Porto Cervo: lujo desaforado donde los todopoderosos
de la superjet amarran sus superyates frente a sus supermansiones; en mi deja un regusto amargo que analizaré en una
próxima entrada.
Más
adelante la grandiosa Isola di Tabolara, donde se dice residen los dioses y muy
próximos, frente a isla Rosso, trágicos escollos que atrapan los hierros
retorcidos de un naufragio carcomido por la mar. Días después, ya en el sur el cabo Spartivento que como su nombre indica parte
los vientos que se encuentran furiosos en sus acantilados.
Martín Alía. “Rocas a flor de agua, Cerdeña”.
Lápiz sepia/papel.
32 x 46 cm. 2014.
Y
Clagiari la capital. Antigua, señorial, con clase, muchísima clase; vital, noble
y festiva. Con su pequeña y exquisita catedral, llena de mármoles que
embellecen sus altares, la cripta y su bellísima fachada; encaramada en lo más
alto del risco con vistas a la ciudad, al puerto, a la bahía y a la mar
omnipresente.
En poniente visitamos la medieval Alghero, Oristano y su catedral elíptica y Carloforte con su ruta
napoleónica.
CERDEÑA,
con mayúsculas, tierra de sardos. Orgullosos de su isla, de mirada directa y
mandíbula poderosa; acogedores, generosos y auténticos.
Martín Alía. “Sardo”. Bolígrafo sobre mantel de papel.
21 x 16 cm. 2014.